Las góndolas venecianas se han quedado pequeñas, San Marcos ya no esconde secretos y los canales parecen brillar menos bajo la luna… Pero Venecia sigue teniendo historias que contar. La que fue una gloriosa ciudad comercial oculta un diamante en bruto para aquellos viajeros que quieran descubrirlo con NUBA. Isola di Santa Cristina, la joya de la laguna.
Adquirida por el nieto de Daniel Swarovski en 1985, la isla ofrece sus impresionantes viñedos, la calma de sus jardines de orquídeas y el dulce agitar de plumas de sus pavos en un entorno paradisíaco de puro lujo y descanso.
A través de una lancha motora sin quilla, manejada por los mejores pilotos locales, se cruza la gran laguna de Venecia en una triunfal entrada al refugio ideal para familias y parejas que quieran descubrir este lugar desconocido, incluso por muchos italianos, esta primavera u otoño, durante la época de vendimia.
En el centro de la isla se alza la impresionante Villa Ammiana, la mansión principal construida sobre las ruinas de un convento benedictino completamente restaurado y que esconde todos los placeres que uno pueda soñar. Aventurarse en sus impolutos salones y pasear por los intactos y desconocidos caminos de la isla otorga la calma de cuerpo y mente que solo la tierra de Marco Polo es capaz de conceder.
La piscina exterior, sus inmensas habitaciones de paredes blancas y la sala de yoga aseguran que esta villa lombarda cumpla las expectativas de los mayores joyeros del mundo y de aquellos que sepan disfrutar la vida como el mismísimo Swarovski. Chef, mayordomo y servicio privado se encargarán de que la estancia sea más que perfecta.
La isla, apartada del ajetreado mundo, solo permite la entrada a los buenos pensamientos y sensaciones, que crecen entre los aromas de árboles frutales y los verdes bosques como la espuma en las turquesas aguas de la laguna.
Ni malos recuerdos, ni tensión o agotamiento, ni secretos que no sean al oído. Ni París con aguacero, ni Venecia sin ti…
Solicita información sobre este destino aquí