África es, sin duda, uno de los lugares del mundo que todos los viajeros tendríamos que visitar alguna vez. Entre sus selvas, pirámides, volcanes, cataratas y desiertos, podemos encontrar a Togo.
Togo es un pequeño secreto bien guardado a orillas de las aguas del golfo de Benín, en el África occidental. Son 55 kilómetros de costa entre Ghana y Benin repletos de toda una variedad de pueblos, culturas y maravillas naturales.
Recién llegados a Lomé, la capital del país, decidimos visitar el monumento a la Independencia de Togo, el cual se encuentra en una plaza bastante moderna dentro de un barrio tipo residencial. Como había pocas personas, pudimos acercarnos a la glorieta del monumento que representa a una mujer con la llama de la Independencia y la silueta de un hombre rompiendo las cadenas como símbolo de libertad. Paseamos un poco por la plaza, y de ahí… a la costa.
A lo largo de la costa pudimos ver a los pescadores de las cooperativas del país. A pesar de que no les gusta que les fotografíen, nos quedamos ahí un rato admirando su trabajo que es, básicamente, de fuerza pues hay que estirar las gigantescas redes hacia la playa y, francamente, lucían bastante pesadas. Puedes hacer una buena caminata por la playa desde la frontera con Ghana hasta llegar a la zona de pesca y de ahí visitar el mercado local o el de los fetiches.
Encontrar el mercado de los fetiches es muy sencillo, una de las ventajas de visitar un lugar pequeño es que puedes realizar muchas actividades en el mismo día. El mercado en un lugar con mucha agitación y definitivamente, una experiencia única. Recuerda llevar tus documentos y dinero a buen resguardo pues hay mucha gente y movimiento en ese lugar.
Al llegar, no pudimos evitar notar la gran cantidad de objetos que están a la venta para la práctica vudú: cabezas de monos, de loros, bocas de cocodrilos, de camaleones, amuletos, estatuas, ranas, tortugas, pieles de reptiles, de antílopes, de leones y cráneos de animales. La gente va y compra esas cosas para después hacer sus rituales y llamar a sus divinidades.
Posteriormente fuimos a una Aldea de nombre Gaitokondji, en donde pudimos apreciar una ceremonia en donde cantan al son de los tambores, algunas veces caen en trance, la divinidad los posee y se transforman completamente para comunicarse con sus antepasados.
Durante este estado vimos como una persona aparentemente amable comenzó a hacer bailes exóticos fuera de sí, de pronto se ponía tieso y después despertaba como un verdadero loco tratando de trepar paredes, daba marometas, sonreía y mostraba enojos, cantaba y hablaba en idiomas desconocidos. Fue un momento de alta tensión pues antes del trance se veía un muchacho tranquilo que incluso se percató de nuestra presencia y nos saludó cordialmente.
“Sin duda fue una experiencia que nos dio una gran descarga de energía.”
Si puedes, alójate en el Hotel Le Patio, está dentro de una zona residencial y ofrece excelentes servicios, además de tener alberca, gimnasio, bar y un muy buen restaurante, te ofrecen atención personalizada y además está cerca de todo.
Vivir la diversidad cultural, la naturaleza y el bullicio de este exótico lugar hizo de este día, un delicioso aperitivo lo que África tiene para ofrecer.
Rodrigo Garza
Sales Director & Founding Partner Nuba México