Ahora que el frío por fin ha llegado y lo ha hecho para quedarse, es momento de plantearse una merecida escapada a otras latitudes…
Haciendo una breve escala en ese extraño conjunto de apretados edificios emergiendo del mar que es Malé, la capital de Maldivas, nos dirigimos hacia el sur, rumbo al atolón Gaafu Alifu.
Imposible no pegar la cara a la ventanilla del avión para contemplar el espectáculo que representan los atolones de este país-archipiélago recortados sobre la superficie del Oceáno Índico. En uno de ellos se encuentra la paradisíaca isla de Falhumaafushi y en ella, nuestra nueva y efímera residencia: The Residence Maldives.
El hotel The Residence Maldives es uno de esos codiciados lugares donde disfrutar de los “placeres simples” que enumeraba nuestra compañera Laura en su último post: contemplar un atardecer con una copa de vino en la mano y los pies en el agua, leer del tirón ese libro que hace meses que tenemos sobre la mesilla y que el ritmo frenético de nuestro día a día nos impide terminar, disfrutar de los nuestros sin compromisos ajenos ni interrupciones, dar largos paseos por sus arenas blancas, o simplemente dormir…
Además de estos placeres simples, The Residence Maldives nos da la oportunidad de experimentar otros más sofisticados: buceo con o sin botella en sus impresionantes arrecifes rebosantes de fauna marina, windsurf, kayak o paddle board en sus aguas de color turquesa…y después de tanta actividad relajarnos con uno de los placenteros tratamientos de su SPA by Clarins o unirnos a una de las sesiones de yoga y meditación que diariamente ofrecen y en las que todos somos bienvenidos.
Para terminar el día, una cena a la luz de las velas acariciados por la cálida brisa del mar en su magnífico restaurante The Falhumaa rodeados de miles de peces, los auténticos residentes de este paraíso…
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